El
cine escandinavo, y más en concreto el danés, se está convirtiendo en el
paradigma del dilema ético del séptimo arte mundial. Herencia del cine de
Bergman en la profundidad moral y sociológica, y en algunos aspectos continuador del manifiesto
Dogma 95, Tobias Lindholm abre en ‘A war (una guerra)’, su último largometraje, dos
frentes de batalla distanciados y diferentes pero con un punto en común: la
familia.
Lindholm
plantea de una forma absolutamente diáfana y sobria una situación tan real como, desafortunadamente, en buena medida cotidiana en el contexto geopolítico
actual. Si el protagonista (Pilou Asbæk), como padre de familia, parece debatirse sobre lo
apropiado de su existencia en un lugar tan separado de su mujer y sus hijos,
tal y como dan a entender los semblantes serios del comandante Pedersen (en ningún momento se
pronuncia al respecto mediante el lenguaje verbal) que actúan como el reflejo en un
lago de Laponia, también lo hace sobre su poder de decisión respecto a vida de familias inocentes en un contexto de guerra que
en principio no debería incumbirle.
Nunca
sabemos hasta qué punto un debate se sobrepone al otro, tan sólo que parece que
la forma de despejar ambos de la cabeza es patrullando por la zona en busca de
minas antipersona y posibles enemigos talibanes. El insomnio, que de forma muy
sutil afecta a la psicología del personaje, muestra una vez más los trastornos
que causan los conflictos bélicos cuando azotan de cerca. Mientras tanto, a varios miles de kilómetros
de distancia, Marie Pedersen (Tuva Novotny) representa la otra cara del estoicismo, la de la retaguardia, la de la madre de familia que tiene que lidiar con tres hijos pequeños y con los problemas afectivos que la ausencia del padre suscitan.
Las personalidades de la pareja protagonista están perfiladas con mucho cuidado. La cinta avanza de forma lenta durante los dos primeros tercios, momento a partir del cual el giro de los acontecimientos provoca el nacimiento de una película que transmuta de drama bélico a drama judicial y cuyo ritmo gana en enteros, pero sin abandonar en ningún momento la precisión de los diálogos y, sobre todo, de las acciones de los actuantes. Al ritmo pausado se le añaden ciertos aspectos visuales del ya citado Dogma 95 como la cámara en mano empleada hasta para los planos generales o el uso de la luz natural, lo que otorga a la obra una estética naturalista, incluso desagradable o poco profesional en ciertos planos. Tampoco parece que se empleen efectos ópticos ni filtros ni ningún set de rodaje.
Pero en el plano temático dista algo más de los cineastas del Dogma, y sin embargo, el joven director danés ha sido el guionista de 'La caza' (2012), la última gran película de Thomas Viterberg, uno de los cofundadores de la nueva ola danesa. 'La caza' (que tampoco se adapta a los patrones del movimiento del Dogma 95) posee una fuerte crítica social hacia los juicios precipitados y el peligro de las masas enfurecidas, y la catarsis es fortísima pero parte de una diferenciación absoluta entre culpables e inocentes, entre perseguidores y perseguidos. La paranoia y la taquicardia constante hacen reflexionar al buen espectador: "Antes de tomar medidas contra alguien, hay que asegurarse de que ese alguien ha hecho algo realmente reprobable", una idea que confronta casi de lleno con la moral de los personajes de 'A war', a excepción quizás de la fiscal, que al fin y al cabo únicamente está haciendo bien su trabajo.
Lindholm toma en su obra una postura mucho más equidistante. Es cierto que empatizamos en parte con Claus y Marie, pero también lo hacemos con la familia afgana que muere por una polémica decisión que toma Claus como comandante, e incluso nos podemos enervar por la forma en la que abaten a supuestos talibanes sin reunir suficientes pruebas. También se puede considerar como un acierto ubicar la acción en Afganistán, un conflicto ya casi olvidado en Occidente a pesar de la devastación que durante décadas viene asolándolo y que ha acabado prácticamente con todo atisbo cultural y humanístico en el país, conflicto sobre el cual el cine no ha profundizado todavía lo suficiente, señalando causas, culpables, consecuencias, a pesar de que cuenta con media docena de cintas muy dignas.
La película recuerda mucho a otra de las grandes cintas del cine danés reciente, recuerda a 'En un mundo mejor' (Susanne Bier, 2010) en lo que a la trama respecta: un padre distante, una madre agobiada por el comportamiento de su hijo, un dilema... Aunque en este último aspecto 'A war' le gana la partida a la ganadora del Óscar a Mejor Película de habla inglesa porque el dilema en la película de Lindholm es redondo, ninguna solución es válida. Cuando Anton decide curar al cruel jefe guerrillero ateniéndose a la ética del médico puede molestar a alguno, pero luego se encarga de que éste, en lugar de arrepentirse, se propase, y lo deja morir por una turba dolida. Bier se encarga de contentar a todos con un guión que opta por lo fácil en esta parte de la trama, sin embargo, 'A war' no contenta a nadie, Claus Pedersen comete una atrocidad, pero lo hace en una situación límite y sin ser consciente de a quién estaba atacando. Como bien dice Marie, y esta frase resume la esencia del conflicto: "Puede que hayas matado a ocho niños, pero tienes tres vivos esperándote en casa".
Si acaso la cinta sorprende porque pone de manifiesto que los crímenes de guerra, al menos en ciertos países sensibilizados con la causa, se persiguen seriamente, a pesar de que en Occidente se suele considerar a las personas del Tercer Mundo como ciudadanos de una categoría mucho menor. La película me ha dejado con el gusanillo de investigar cuántos casos de este tipo existen en las guerras modernas y quién suele pagar el pato, que mucho me temo que siempre son los soldados rasos y los cargos de poca monta. Eso en el caso de que países como España, Estados Unidos o Inglaterra no hagan la vista gorda al respecto respecto estas nuevas formas de colonialismo.
En todo caso, 'A war' es una película que no entusiasma durante su visionado pero que admite una cantidad de reflexión y análisis muy vasta. Es una película de gestos, de detalles, como una mirada culpable o unos pies inocentes.
Lo mejor: La profundidad moral de lo que expone y el cuidado con el que Lindholm construye su relato.
Lo peor: La cámara en mano, en ciertos momentos no es del todo justificable.
Valoración: 7'5/10
Javier Haya
Las personalidades de la pareja protagonista están perfiladas con mucho cuidado. La cinta avanza de forma lenta durante los dos primeros tercios, momento a partir del cual el giro de los acontecimientos provoca el nacimiento de una película que transmuta de drama bélico a drama judicial y cuyo ritmo gana en enteros, pero sin abandonar en ningún momento la precisión de los diálogos y, sobre todo, de las acciones de los actuantes. Al ritmo pausado se le añaden ciertos aspectos visuales del ya citado Dogma 95 como la cámara en mano empleada hasta para los planos generales o el uso de la luz natural, lo que otorga a la obra una estética naturalista, incluso desagradable o poco profesional en ciertos planos. Tampoco parece que se empleen efectos ópticos ni filtros ni ningún set de rodaje.
Pero en el plano temático dista algo más de los cineastas del Dogma, y sin embargo, el joven director danés ha sido el guionista de 'La caza' (2012), la última gran película de Thomas Viterberg, uno de los cofundadores de la nueva ola danesa. 'La caza' (que tampoco se adapta a los patrones del movimiento del Dogma 95) posee una fuerte crítica social hacia los juicios precipitados y el peligro de las masas enfurecidas, y la catarsis es fortísima pero parte de una diferenciación absoluta entre culpables e inocentes, entre perseguidores y perseguidos. La paranoia y la taquicardia constante hacen reflexionar al buen espectador: "Antes de tomar medidas contra alguien, hay que asegurarse de que ese alguien ha hecho algo realmente reprobable", una idea que confronta casi de lleno con la moral de los personajes de 'A war', a excepción quizás de la fiscal, que al fin y al cabo únicamente está haciendo bien su trabajo.
Lindholm toma en su obra una postura mucho más equidistante. Es cierto que empatizamos en parte con Claus y Marie, pero también lo hacemos con la familia afgana que muere por una polémica decisión que toma Claus como comandante, e incluso nos podemos enervar por la forma en la que abaten a supuestos talibanes sin reunir suficientes pruebas. También se puede considerar como un acierto ubicar la acción en Afganistán, un conflicto ya casi olvidado en Occidente a pesar de la devastación que durante décadas viene asolándolo y que ha acabado prácticamente con todo atisbo cultural y humanístico en el país, conflicto sobre el cual el cine no ha profundizado todavía lo suficiente, señalando causas, culpables, consecuencias, a pesar de que cuenta con media docena de cintas muy dignas.
La película recuerda mucho a otra de las grandes cintas del cine danés reciente, recuerda a 'En un mundo mejor' (Susanne Bier, 2010) en lo que a la trama respecta: un padre distante, una madre agobiada por el comportamiento de su hijo, un dilema... Aunque en este último aspecto 'A war' le gana la partida a la ganadora del Óscar a Mejor Película de habla inglesa porque el dilema en la película de Lindholm es redondo, ninguna solución es válida. Cuando Anton decide curar al cruel jefe guerrillero ateniéndose a la ética del médico puede molestar a alguno, pero luego se encarga de que éste, en lugar de arrepentirse, se propase, y lo deja morir por una turba dolida. Bier se encarga de contentar a todos con un guión que opta por lo fácil en esta parte de la trama, sin embargo, 'A war' no contenta a nadie, Claus Pedersen comete una atrocidad, pero lo hace en una situación límite y sin ser consciente de a quién estaba atacando. Como bien dice Marie, y esta frase resume la esencia del conflicto: "Puede que hayas matado a ocho niños, pero tienes tres vivos esperándote en casa".
Si acaso la cinta sorprende porque pone de manifiesto que los crímenes de guerra, al menos en ciertos países sensibilizados con la causa, se persiguen seriamente, a pesar de que en Occidente se suele considerar a las personas del Tercer Mundo como ciudadanos de una categoría mucho menor. La película me ha dejado con el gusanillo de investigar cuántos casos de este tipo existen en las guerras modernas y quién suele pagar el pato, que mucho me temo que siempre son los soldados rasos y los cargos de poca monta. Eso en el caso de que países como España, Estados Unidos o Inglaterra no hagan la vista gorda al respecto respecto estas nuevas formas de colonialismo.
En todo caso, 'A war' es una película que no entusiasma durante su visionado pero que admite una cantidad de reflexión y análisis muy vasta. Es una película de gestos, de detalles, como una mirada culpable o unos pies inocentes.
Lo mejor: La profundidad moral de lo que expone y el cuidado con el que Lindholm construye su relato.
Lo peor: La cámara en mano, en ciertos momentos no es del todo justificable.
Valoración: 7'5/10
Javier Haya
Tráiler
Es mejor que: El 80% de los dramas bélicos.
Es peor que: 'En un mundo mejor', a pesar de lo dicho la película de Bier es más ambiciosa, estética y emotiva (esto último no sé si es un buen argumento, pero lo es). Y la directora resuelve muy bien los conflictos planteados.
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