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viernes, 11 de mayo de 2018

Crítica de 'Lucky'. La fortuna de afrontar el final

A Harry Dean Staton lo conocí caminando por el desierto. Por Texas, sin rumbo fijo, representando una tormenta de arena llamada Travis. La película se llamaba 'París, Texas' (1984). John Carroll Lynch me ha dado la oportunidad de despedirme de él de la misma forma. 'Lucky' es un paseo postrero por la árida estepa de Arizona con uno de los grandes actores contemporáneos, un paseo de zigzags y dudas; porque Lucky ya no sigue esa absurda línea recta de los trenes, como la que seguía el incesante Travis en su infructuoso afán por olvidar, Lucky no huye, pasea entre miedos y rancheras.


Se nota que John Carroll Lynch, de 54 años, es primerizo en esto de la dirección. No encontraréis fallos, pero visualmente está limitada, no se explota la inmensidad del desierto, ni se muestran los azules cielos de Ford. Demasiado plano cerrado, demasiada importancia al diálogo, a los lugares techados... Cuando el desierto podría servir como preciosa alegoría de la enormidad de las cosas; cosas tan amplias como 'realismo' o 'verdad', cosas que nosotros, en nuestro inteligente intento por simplificar las cosas para no volvernos locos, dejamos olvidadas para tratar de ordenar nuestra existencia alrededor de unos cuantos crucigramas, unos  ejercicios de yoga y una cajetilla de cigarros diaria.

La película recae en un guión (también de dos primerizos como son Logan Sparks y Drago Sumonja) que intercala lo cotidiano con un deje del humor absurdo (o la angustia absurda visto desde otro prisma) propio de las películas de David Lynch, un Lynch que forma parte del reducido reparto de este trascendental, a la par que ligero, relato. Incluye además un recurso narrativo poco habitual y digno de mencionar: conversaciones de bastante calado a través de un teléfono de color naranja descatalogado con un interlocutor invisible y mudo.


Con claras similitudes narrativas con  'Paterson' (2016), principalmente en el relato repetitivo de la rutina del despertar, también en la de acabar el día en el bar platicando sobre temas tan diversos como el Allá tú o la aporía de Aquiles y la tortuga (perdón, la galápagos). La película, de ritmo y pulso similar, es menos geométrica que la de Jim Jarmusch, que al no introducir la muerte como uno de los pilares de la trama, le permite navegar en unos círculos concéntricos con menos irregularidades y con una mayor coherencia visual. También recuerda a la obra del director indie la conversación entre Lucky y el veterano de infantería, equiparable a la de Paterson y el japonés aficionado a la poesía de William Carlos Williams.

La ópera prima de Carroll Lynch  bebe además de 'París, Texas': el rojo como representación de la muerte, la escena de luces verdes y coloradas que tanto recuerda a la del peep show de la obra maestra de Win Wenders, el final abierto, el desierto, el paso del tiempo.


'Lucky' es una historia sencilla, simple en algunos puntos, pero de una sinceridad digna de agradecer.  Carroll Lynch ha prometido seguir contando historias con la cámara sobre la familia y el recuerdo. Esperemos que contínue en esa línea de llaneza y autenticidad. Aún hay muchos cactus ahí afuera.

Lo mejor: Harry Dean Staton, ¡qué la nada lo tenga en su Gloria!
Lo peor: La escasez de recursos visuales.

Valoración: 7/10

Javier Haya

Tráiler

Mejor que: La mayoría de lo que veremos en salas este año.
Peor que: 'Paterson'

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