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jueves, 14 de junio de 2018

Crítica de 'Borg McEnroe. La película'. El partido más largo del mundo.

Lamento el manido epígrafe, inspirado en una película de dudosa calidad cuyo título ha servido de base para centenar de crónicas deportivas, pero si algo destaca de esta historia tenística es la recreación de la final de Wimbledon de  1980. Por momentos, parece que el duelo dure más en la  trama que en la realidad, ocupa, sin exagerar, casi un cuarto del metraje. Y aunque a mí me lo parezca, obviamente no ha sido el partido más largo de la historia, se fue a cinco prolongados sets, sí, pero ese dudoso "honor" lo ostentan John Istner y Nicolas Mahut en un encuentro, también en la hierba londinense, que se fue a las 11 horas y se disputó en tres días distintos a causa de la lluvia.


Más allá del sempiterno duelo, la segunda película del danés Janus Metz explora los albores de una rivalidad que duraría años y que acabaría fructiferando en una amistad más fuerte si cabe. Si se permite la analogía, sería algo así como el Federer/Nadal de los años ochenta, uno no habría sido así sin el otro y viceversa. Pero obviando esta emotiva simbiosis que la película si que acierta en representar, lo cierto es que la obra de Metz juega demasiado a la repetición y no explora la psicología de sus protagonistas más que en la superficie. No hay peloteo, no hay juego de fondo, simplemente un fatigante saque/volea continuo.

Y no es que el ritmo de Borg/McEnroe sea frenético, es más bien pausado excepto en el partido final, que a pesar de hacerse largo es un ejercicio de montaje muy complicado y fascinante. Sobre todo cuando Shia LaBouf (actor que interpreta al mítico John McEnroe) confesó ser del club de Joaquín (véase, no haber cogido una raqueta en la vida, Hulio), por lo que todos los golpes del choque fueron configurados como si de una coreografía de ballet se tratara.


No, no es el ritmo. Es el relato repetitivo en el que se incide una y otra vez en la obsesión de Björn Borg (Sverrin Gudnasson) por la victoria, y la obsesión de John Mcenroe por Björn Borg. Sobre todo lo primero, porque la película no es paritaria, hay mucho más del sueco que del estadounidense. El espectador tiene que tragarse flashbacks repetidos de la infancia y la adolescencia de Borg, de sus manías, sus supersticiones, sus miedos... Y sí, al final se pefila más o menos una psicología concreta, la del hombre reprimido, la de las emociones enlatadas y enfocadas a ese éxito relativamente trivial que representa levantar un trofeo plateado. Y también, también se dan algunas pinceladas de la otra cara, mucho menos explorada, la de los gritos, la de la explosión, la de la impertinencia constante de un hombre que lucha por lo mismo, la de John McEnroe.


Y si la narrativa no es el punto fuerte de esta película que la crítica ha acogido con entusiasmo, algunos incluso la tildan de obra maestra (ni por asomo diría tanto), tiene muchos otros aspectos que bien merecen una ola. En primer lugar están las interpretaciones, la pareja protagonista está perfectamente escogida, no sólo por el increíble parecido físico de Borg y Gudnasson, sino porque le viene como la cinta al pelo el personaje de McEnroe a un Shia LeBouf con muchos puntos en común: la explosividad, los polémicos desplates, la incomprensión...

Pero por encima de todo, resulta admirable la fotografía, que cambia de aspecto y textura cuando la trama retrocede en el tiempo, pasando de una paleta de colores primarios para ambientar la estética ochentera a una foto algo difusa, en exceso quemada, para mostrar al Borg niño pelotear junto a su casa, y una bastante más oscura para mostrar su período púber.


Creo que este hermosísimo y vibrante deporte aún necesita la película que se merece. 'Borg McEnroe. La película' es correcta, como correctas eran esas raquetas con microcefalia sí lo que quieres es pasar la pelota por encima de la red. Pero las raquetas han evolucionado (no sé como en un principio podían tener un diseño tan aparentemente mejorable), y el cine también, por eso la primera incursión de Janus Metz es demasiado convencional, demasiado plana, como para ser meritoria de un Grand Slam.

Lo mejor: La fotografía de Niels Thastum
Lo peor: Es bastante aburridilla.

Valoración: 5'5/10

Javier Haya

Tráiler


Mejor que: El partido entre Mahut e Isner,
Peor que: 'Match Point' (2005), aunque Jonhatan Rhys-Meyer tuviese una derecha mucho más ortopédica.

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