La adaptación de 'Los Caballeros del Zodiaco' nos hace recordar a una de las peores adaptaciones de anime de la historia del cine, 'Dragon Ball: Evolution' (2009) o a la reciente 'Death Note' (2017). La trama carece de originalidad y profundidad, con villanos sin motivaciones claras más allá de querer destruir el mundo sin razones convincentes. Los personajes principales como Seiya y Atena, interpretados por Mackenyu Arata y Madison Iseman, carecen de carisma y no logran transmitir emociones a través de la pantalla. Incluso el actor con más experiencia, Sean Bean como Alman Kiddo, parece desconectado, desorientado y poco comprometido con la película.
La historia sigue a Seiya, un joven que busca a su hermana secuestrada mientras se gana la vida en peleas ilegales. Sin embargo, cuando sus poderes se desatan durante una de estas peleas, se ve envuelto en algo superior y tendrá que elegir bando de inmediato. La película intenta emular el estilo de una película de origen de superhéroes de Marvel, pero la sensación de peligro es nula. Los villanos carecen de una motivación convincente más allá de destruir el mundo y lo peor de todo, es que nos da igual que lo hagan.
Aunque las escenas de acción tienen grandes coreografías, el intento de añadir humor en todas partes dan como resultado una atmósfera poco adecuada. Además, la ausencia de sangre en las peleas limita la intensidad de estas secuencias. Las vestimentas de cartón piedra de los personajes son horribles y poco fieles al diseño original del anime. La armadura de Pegaso parece un poncho futurista de Pacha de 'El Emperador y sus locuras' (2000). Los efectos visuales son de baja calidad y los chromas no están bien acabados.
El director polaco Tomasz Baginski, no consigue captar la esencia del anime y lo peor de todo, es que aquellos que no conozcan a 'Los Caballeros del Zodiaco', no encontrarán motivos para quedarse mirando la pantalla. El montaje no lleva el ritmo adecuado, faltan transiciones más suaves y los flashbacks están mal ejecutados y restan importancia a la tensión de la historia.
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