Ben Wheatley crea, a partir de la novela homónima de J.G. Ballard, una maqueta social en un rascacielos, habitada por personajes en su mayoría psicóticos y muy desquiciados, donde el conflicto más violento no tarda en aparecer. Llena de tópicos y de personajes típicos, esta suerte de sátira social, desagradable, escabrosa y por momentos insoportable, podrá gustar a aquellos que entiendan los artificios rebuscados, que disfruten con el caos y los excesos. Estómagos revueltos absténganse.
El comienzo ya es decepcionante, Amy Jump decide ser fiel a la novela de Ballard y la historia comienza por el final: quizás haber mostrado únicamente la escena de Robert Laing (Tom Hiddleston) devorando el perro habría estado bien, habría causado confusión y curiosidad desde el comienzo, pero acompañarla con un narrador omnisciente es cometer un error funesto... Adiós al suspense, que podría haberse convertido en una gran baza para esta película.
El comienzo ya es decepcionante, Amy Jump decide ser fiel a la novela de Ballard y la historia comienza por el final: quizás haber mostrado únicamente la escena de Robert Laing (Tom Hiddleston) devorando el perro habría estado bien, habría causado confusión y curiosidad desde el comienzo, pero acompañarla con un narrador omnisciente es cometer un error funesto... Adiós al suspense, que podría haberse convertido en una gran baza para esta película.
A partir de aquí volvemos meses atrás para que se nos cuente una revolución social que tiene como escenario un edificio elitista. Tiene gracia que la guerra comience poco después de que llegue el doctor Laing al edificio, un joven que busca olvidar su traumático pasado y que representa la imparcialidad ideológica, no trata de poner paz, simplemente se camufla para pasar desapercibido.
No sólo Laing cumple con su papel social, todos tienen uno: están las clases bajas, las medias, las altas... En cada capa hay estereotipos nada disimulados, el revolucionario Richard Wilder (Luke Evans), realizador de documentales sociales de poco éxito comercial que estalla cuando a las plantas bajas le cortan la luz los de arriba, los hay que tratan de ascender por todos los medio, los recelosos que vigilan cada movimiento que hacen los demás... Entre los poderosos también hay divisiones, Jeremy Irons interpreta a Anthony Royal, el arquitecto de la utopía que reconoce que su idea se ha descarrilado y ahora cada traviesa va por libre. Royal es un hombre decepcionado con sentimiento de culpa que no tarda en ser sustituido en el poder por los cargos militares y la fuerza policial, que están secundados por los medios de comunicación, mientras tanto, el exterior permite impasible todo el desmadre que ocurre en el pequeño Estado de High-Rise.
En esta auténtica guerra civil, hasta los nombres de los personajes son marcadores de sus roles. En 'High-Rise' se da una extraña mezcla de distopía sobre un episodio bélico mil veces sucedido en la que desentrañar el simbolismo es más fácil que desenvolver una piruleta -y que recuerda a las celebérrimas novelas de Orwell- y un capricho de Wheatley, que no vacila en utilizar sin mesura colores, violencia, sexo y ruido. Todo un exceso de escenas inexplicablemente estúpidas o comprensibles. Si encuentras la coherencia a este torrente de escenas delirantes disfrutarás de una película que no se acopla a moldes, pero que tampoco termina de convencer.
Tan carente de sutileza como de tacto, 'High-Rise' es un experimento bastante personal, con muchos recursos y planos de sentido más bien abstracto. Para mostrarnos una radiografía de una sociedad que se desmorona no hace falta ni un recipiente tan grande ni un envoltorio tan llamativo. Si pintamos el huevo de avestruz de amarillo fosforito, es más probable que la gente lo quiera probar, por su peculiaridad, porque el ser humano es así, pero a lo mejor resulta indigesto. Me quedo con un huevo de faisán desnudo, no sólo tiene un contenido más interesante, me atrae más su creador. Quizás lo que me falte sea haber leído la novela en la que se inspira.
Desmesurado en minutos y florituras, aunque no se queda corto en contenido-hay bastante en lo que pensar si separamos la paja de la chicha-, está película que no se me ocurriría calificar de ciencia ficción -más bien película ambientada en los 70, época como la actual y como casi cualquiera, de revoluciones y muchos conflictos- y sí de excentricidad coral, impactará a cualquiera, pero la conmoción será leve, en un par de días no se acordarán de nada destacable.
Lo mejor: Las actuaciones de Hiddleston y Evans.
Lo peor: La imperiosa necesidad de gustarse a sí mismo que tiene Ben Wheatley.
Valoración: 3/10
Javier Haya
Tráiler
Sinopsis
Adaptación de High Rise, novela publicada por J.G. Ballard a mediados de los años ‘70. La historia narra la llegada del doctor Robert Laing a la Torre Elysium, un enorme rascacielos dentro del cual se desarrolla todo un mundo aparte, en el cual parece existir la sociedad ideal. Pero secretamente, el recién llegado se sentirá perturbado ante la posibilidad de que este orden utópico no sea tal. Sospechas que rápidamente serán corroboradas de la forma más siniestra.
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