Hablemos del presente. 'Euphoria', la nueva serie de HBO creada por Sam Levinson ('Nación salvaje', 2018), es un prodigio visual y significa, además, un categórico bofetón a las series sobre adolescentes. Con Zendaya ('Spider-Man: Lejos de casa', 2019) como cara más popular del casting, la generación perdida de esta historia te abre los ojos mientras te apuñala en el corazón.
Hubo un momento mientras en pantalla permanecían unos pocos segundos más las letras del título de crédito, conformando la palabra "Euphoria" cromada y bajo un ritmo synthpop que sintoniza con este motivo psicodélico, que decidí buscar esa palabra en Internet. Poco antes, en el cold opening, uno de los personajes de esta nueva serie de HBO se derrumbaba en sollozos e intentaba solucionarlo, sin aparente éxito, con medicamentos como Oxycontin o Xanax.
Bienestar, felicidad y júbilo es lo que me encontré en Wikipedia, sin embargo en mi televisión seguía observando todo lo contrario. Habrás oído hablar de que 'Euphoria' va sobre drogas y adolescentes, y seguramente hayas leído a críticos opinar sobre lo explícito de algunas escenas y la excesiva tendencia depresiva de sus personajes, pues no seré yo quien les niegue la razón. Pero en mi búsqueda por entender el significado de la palabra "euforia" descubrí realmente lo que querían contar en esta magnífica serie.
En efecto, 'Euphoria' representa esa cruel ironía de provocarse la felicidad con ayuda de pastillas, huyendo así de la realidad. Las lágrimas de purpurina de Zendaya en portada serán una diminuta metáfora comparado con el espectro de sensaciones contrapuestas que los protagonistas de este drama nos brindan en cada episodio. Y es que estamos asistiendo a una profunda y atrevida tesis sobre un grupo en constante evolución y tendencia: la generación Z.
Todo ese maquillaje (considerado a veces como un personaje y elemento clave por su precisión y marca identificadora), formas de vestir, los peinados y, en general, las redes sociales son piezas que encajan en la idea de superficialidad que orienta a estos jóvenes condenados a crecer en la era digital más tóxica y abusiva de todos los tiempos. Y si a esta vida pretenciosa le añadimos traumas y conflictos familiares empezamos ese extraño proceso de empatía que nos destroza y conmueve un poco más por dentro a los seguidores de esta trágica historia.
Sam Levinson y los suyos dominan como auténticos genios el arte de la puesta en escena. Incluso cuesta imaginar ya no solo las plantas de cámara si no todo el set de grúas y raíles para conseguir esos efectos de zoom y transiciones que vuelven a uno loco (se me ocurre, por ejemplo, las escenas en la feria del episodio cuatro, o la habitación rotatoria del primer capítulo). Esto, junto a una soundtrack sublime (donde el productor Labrinth pone los límites y las reglas del juego de sintetizadores), es una maravilla loable se mire por donde se mire.
Los personajes, juguetes rotos que no paran de tropezar con la misma piedra una y otra vez, tienen, no obstante, un arco que entendemos gracias al juego de perspectivas que el guionista nos propone con esa oscura infancia al inicio de cada capítulo. Consigue que mantengamos la atención en subtramas que, en ocasiones, cuesta seguir, y además da algo de sentido al extraño triángulo amoroso entre Rue (Zendaya), Jules (Hunter Schafer) y Nate (Jacob Elordi). Un casting, por cierto, tan desconocido como acertado, apostando por modelos como Barbie Ferreira, o la propia Schafer, convertidas en auténticos iconos en representación de fenómenos como el "body positive"o colectivos como el LGBT.
'Euphoria', como su significación, es una experiencia de inmediata satisfacción y a la vez insólita en el proceso para lograr ese efecto. El atractivo de lo visual te distraerá de mucha carcasa post-millenial, y si decides quedarte por el contenido y no por la forma te encontrarás con una historia de adolescentes con más jugo que cualquier drama adulto te pueda ofrecer. Entre travelling y travelling hay personajes que necesitan ser escuchados.
Lo mejor: El tratamiento de la crisis adolescente como nunca antes lo habías visto.
Hubo un momento mientras en pantalla permanecían unos pocos segundos más las letras del título de crédito, conformando la palabra "Euphoria" cromada y bajo un ritmo synthpop que sintoniza con este motivo psicodélico, que decidí buscar esa palabra en Internet. Poco antes, en el cold opening, uno de los personajes de esta nueva serie de HBO se derrumbaba en sollozos e intentaba solucionarlo, sin aparente éxito, con medicamentos como Oxycontin o Xanax.
Bienestar, felicidad y júbilo es lo que me encontré en Wikipedia, sin embargo en mi televisión seguía observando todo lo contrario. Habrás oído hablar de que 'Euphoria' va sobre drogas y adolescentes, y seguramente hayas leído a críticos opinar sobre lo explícito de algunas escenas y la excesiva tendencia depresiva de sus personajes, pues no seré yo quien les niegue la razón. Pero en mi búsqueda por entender el significado de la palabra "euforia" descubrí realmente lo que querían contar en esta magnífica serie.
En efecto, 'Euphoria' representa esa cruel ironía de provocarse la felicidad con ayuda de pastillas, huyendo así de la realidad. Las lágrimas de purpurina de Zendaya en portada serán una diminuta metáfora comparado con el espectro de sensaciones contrapuestas que los protagonistas de este drama nos brindan en cada episodio. Y es que estamos asistiendo a una profunda y atrevida tesis sobre un grupo en constante evolución y tendencia: la generación Z.
Todo ese maquillaje (considerado a veces como un personaje y elemento clave por su precisión y marca identificadora), formas de vestir, los peinados y, en general, las redes sociales son piezas que encajan en la idea de superficialidad que orienta a estos jóvenes condenados a crecer en la era digital más tóxica y abusiva de todos los tiempos. Y si a esta vida pretenciosa le añadimos traumas y conflictos familiares empezamos ese extraño proceso de empatía que nos destroza y conmueve un poco más por dentro a los seguidores de esta trágica historia.
Sam Levinson y los suyos dominan como auténticos genios el arte de la puesta en escena. Incluso cuesta imaginar ya no solo las plantas de cámara si no todo el set de grúas y raíles para conseguir esos efectos de zoom y transiciones que vuelven a uno loco (se me ocurre, por ejemplo, las escenas en la feria del episodio cuatro, o la habitación rotatoria del primer capítulo). Esto, junto a una soundtrack sublime (donde el productor Labrinth pone los límites y las reglas del juego de sintetizadores), es una maravilla loable se mire por donde se mire.
Los personajes, juguetes rotos que no paran de tropezar con la misma piedra una y otra vez, tienen, no obstante, un arco que entendemos gracias al juego de perspectivas que el guionista nos propone con esa oscura infancia al inicio de cada capítulo. Consigue que mantengamos la atención en subtramas que, en ocasiones, cuesta seguir, y además da algo de sentido al extraño triángulo amoroso entre Rue (Zendaya), Jules (Hunter Schafer) y Nate (Jacob Elordi). Un casting, por cierto, tan desconocido como acertado, apostando por modelos como Barbie Ferreira, o la propia Schafer, convertidas en auténticos iconos en representación de fenómenos como el "body positive"o colectivos como el LGBT.
'Euphoria', como su significación, es una experiencia de inmediata satisfacción y a la vez insólita en el proceso para lograr ese efecto. El atractivo de lo visual te distraerá de mucha carcasa post-millenial, y si decides quedarte por el contenido y no por la forma te encontrarás con una historia de adolescentes con más jugo que cualquier drama adulto te pueda ofrecer. Entre travelling y travelling hay personajes que necesitan ser escuchados.
Lo mejor: El tratamiento de la crisis adolescente como nunca antes lo habías visto.
Lo peor: La intensidad y el ritmo de los primeros capítulos no mantienen su fuerza constante.
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