¿Se puede hacer comedia de la pena de muerte?
¿Hay mecanismos narrativos para ello? ¿Es algo moral, o se supera algún límite
ético? Pues sí, sí se puede, y además si se tiene gran talento y una
sensibilidad especial incluso puede que te salga una obra maestra. Este es el
caso de El verdugo.
Berlanga y Azcona desde luego formaban un dúo
imbatible, un tándem director-guionista de los más fructíferos y atinados que
ha dado el cine. Siempre poniendo el énfasis sobre aquellos aspectos del ser
humano más miserables, para mostrarlo a través de inteligente sentido del
humor, que derivaba en comedia negra, dado la delicadeza de los temas que
solían tratar: los sin techo en Placido (primera película española nominada al
Oscar), la guerra civil en La vaquilla o la propia pena de muerte en el film
que nos ocupa.
El protagonista de la cinta necesita un
empleo, lo busca desesperado pero no encuentra manera de salir del paro, así
que su mujer le pide ayuda a su padre, el cual casualmente esta a punto de
dejar su empleo dado su elevada edad, por tanto, el mejor candidato para ese puesto es, efectivamente, su yerno.
A partir de ese momento, la película se
convierte en la lucha de la familia por convencer al protagonista que matar a
una persona, si es por trabajo, no es para tanto, es un mero tramite, gajes del
oficio de verdugo… Y aquí el humor de las situaciones (Pepe Isbert como suegro
esta como siempre atómico), mezclado con la angustia vital que vive el
protagonista por su futuro empleo, componen un coctel explosivo, una película valiente
que critica a Franco y evita su censura como solo el duo Berlanga-Azcona podía lograr.
Sinopsis
Un hombre se queda en paro y la alternativa que le queda es suceder a su suegro en el trabajo que esta a punto de dejar por su jubilación: el de verdugo.
Trailer
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