Thierry (Vincent Lindon) es un parado de larga duración de mediana edad que, por fin, tras meses de lucha y búsqueda, consigue un puesto como vigilante de seguridad de un gran supermercado, tendrá que pasar por alto el bochornoso trato al que son sometidos los causantes de pequeños hurtos si quiere mantener el trabajo y sacar adelante a su familia.
Stéphane Brize aparca el optimismo y saca toda la miseria a relucir en una película social sobre las dificultades económicas del día a día. A diferencia de películas como 'La gran apuesta' (2015) o 'El capital' (2012) que cuentan la vida y obra de banqueros y poderosos culpables del despilfarro de recursos y la precariedad social, Brize sitúa el foco en los damnificados del derroche, el protagonista decide olvidar a los causantes de su situación y se centra en salir de su desfavorable estado.
Realizada con un bajo presupuesto que se refleja en los papeles de actores no profesionales (lo que no implica que lo hagan bien, todos cumplen con sobrada solvencia), a excepción de Lindon, y de forma más evidente en un trabajo de cámara impreciso y estático. Parecen ingredientes del cine social más puro y sincero, ya que además no hay música extradiegética excepto en la escena final, pero tanta simplicidad, acompañada por el pesimismo que desprende el film, la convierten en una película demasiado pesada e indigerible.
La película me recuerda a 'Dos días, una noche' (2014), ya que ambas retratan con franqueza la pesadilla de los parados en Occidente. No obstante, los hermanos Dardenne aventajan a Brize en lo que a recursos del género se refieren. En esta ocasión, la cámara apenas se despega de su protagonista, abundan los planos cortos y medios que producen una sensación claustrofóbica, y no hay atisbo de alegría ni positivismo, más allá de un par de escenas anecdóticas y pasajeras. El espectador se puede ver atrapado, como Thierry, y tratar de evadirse ante tanta desgracia. Me explico: la ausencia de melodrama crea carencia de empatía, siento un nudo en la garganta ante la situación que nos muestran el director y Lindon, pero se me olvida al salir de la sala porque no hay resolución del conflicto, se me hace agobiante e innecesario mantenerlo.
'La ley del mercado' parece más bien la ley de la Jungla, en la que sólo sobrevive el fuerte y en la que el resto de seres no son sino competidores, es el 'sálvese quien pueda', el compañerismo, la gratitud o la amabilidad brillan por su ausencia, el panorama que se muestra es exageradamente desolador. Tanto es así que algunos en la sala, en vez de reaccionar con agonía, se reían cuando se hablaba de seguros de muerte o se despedía a una empleada; la monotonía de la tragedia es tal que descoloca al espectador menos preparado, en lugar de plantearle el dilema moral del protagonista (si rebelarse o callarse para no empeorar las cosas), lo desorienta.
Realizada con un bajo presupuesto que se refleja en los papeles de actores no profesionales (lo que no implica que lo hagan bien, todos cumplen con sobrada solvencia), a excepción de Lindon, y de forma más evidente en un trabajo de cámara impreciso y estático. Parecen ingredientes del cine social más puro y sincero, ya que además no hay música extradiegética excepto en la escena final, pero tanta simplicidad, acompañada por el pesimismo que desprende el film, la convierten en una película demasiado pesada e indigerible.
'La ley del mercado' parece más bien la ley de la Jungla, en la que sólo sobrevive el fuerte y en la que el resto de seres no son sino competidores, es el 'sálvese quien pueda', el compañerismo, la gratitud o la amabilidad brillan por su ausencia, el panorama que se muestra es exageradamente desolador. Tanto es así que algunos en la sala, en vez de reaccionar con agonía, se reían cuando se hablaba de seguros de muerte o se despedía a una empleada; la monotonía de la tragedia es tal que descoloca al espectador menos preparado, en lugar de plantearle el dilema moral del protagonista (si rebelarse o callarse para no empeorar las cosas), lo desorienta.
Vincent Lindon, presume de ser uno de esa media decena de actores franceses a quienes llaman para hacer todas las películas, pero que él elige hacer éstas de bajo presupuesto porque son necesarias, las considera más útiles y duerme mejor por las noches. Todo un acto de integridad moral, ¡sí, señor! Quizá hasta sonroje al mismísimo Gérard Depardieu, en exilio voluntario por no querer pagar impuestos, mientras que compatriotas suyos como Thierry, se arrastran por el suelo para seguir adelante. Y no seré yo quien cuestione la utilidad del cine social, pero no cabe duda de que Lindon podría embarcarse en proyectos más ambiciosos y complejos, nadie le pide que se lance al 'blockbuster'. En su favor hay que decir que la borda, merecida la Palma de Oro a mejor actor que recibió el año pasado en Cannes.
Lo mejor: Vincent Lindon.
Lo peor: Se echa en falta ver un halo de luz al final del túnel.
Valoración: 4/10
Tráiler
Sinopsis
Después de 20 meses en el paro, Thierry, un hombre de 51 años, encuentra un nuevo trabajo, pero pronto tendrá que enfrentarse a un dilema moral: ¿puede aceptar cualquier cosa con tal de conservar su trabajo?
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