En nombre del cine indie se están cometiendo verdaderos atropellos. John Cassavettes lo pasaría peor que en 'La semilla del diablo' (1968) si lo devolviésemos a la vida y le hiciésemos ver lo último de Sean Baker. El director de New Jersey alcanzó una fama considerable con 'Tangerines', su último largometraje, en el que emplea cámaras de iPhone para narrar la el desengaño de una prostituta. Ahora estrena en España 'The Florida Project', una película de bajo presupuesto (ya no mínimo), sobre la confrontación entre la inocencia y la desvergüenza, entre la opulencia cercana y la miseria presente.
En primer lugar, el desenfoque de ciertos planos, escenas completas en ocasiones, refleja una estética más cutre que desenfadada. Si la intención era que la forma se hiciese cargo del contenido, que la imagen borrosa tratase de mitigar o de mostrar la censura a esa puerilidad maleducada de los protagonistas (los niños y las no tan niñas), lamentablemente no convence. Casi prefiero pensar que se trataba de deslices del foquista (si es que había foquista). Como tampoco convence la chapucera fotografía, la cual en ocasiones presenta grano en escenas diurnas para luego mostrar con mayor nitidez imágenes nocturnas. No tiene poder de convicción porque estéticamente no presenta unanimidad, ni continuidad, ni coherencia.
A pesar de lo dicho, la colorimetría de la película está más trabajada. Tampoco se puede negar que algunas secuencias, como la de las niñas protegiéndose del diluvio bajo el árbol derruido, poseen un decoro que no casa con el resto de la cinta. Una cinta que trata de contar al espectador una realidad tristísima con un aire desahogado, casi dotado de cierta gracia. Pero la gracia se pierde en una estructura iterativa que termina por ser farragosa. La frescura de las colonias que Halley (Bria Vinaite) vende es absorbida por la peste de los estercoleros de Orlando.
Y es que la trama presenta las propiedades de un chicle Boomer, a los diez minutos pierde su sabor y su atractivo aspecto original, pero la cosa se alarga eternamente. Tan triste como la historia que se nos cuenta, una historia de injusticias y contrastes en la que una jovencísima madre soltera malcría a su hija de siete años mientras a escasos metros pudientes familias se divierten en esa fantasía llamada Disneyland, es que el potencial de la misma se vea ahogado entre los gritos de Halley, Moone, Scooty (Christopher Rivera) y compañía. La película se cicla en la tesis del determinismo ambiental, sin llegar a partir de ella para ahondar en la historia de sus protagonistas: en el momento en que se muestra a la recatada Jancey (interpretada con mucho tino por Valeria Cotto, aunque en todo momento eclipsada por su colega Prince) sumándose a las travesuras de los otros dos muchachos, se hace innecesario otra hora de deambular y de travesuras. Tampoco es preciso mostrar cincuenta actitudes irresponsables y maleducadas de Halley. Esta narración lineal pero repetitiva es la que no permite a Baker atracar en puertos más productivos.
El ruido, sea entendido como sonidos desagradables o como redundancia, es excesivo hasta el punto de ser molesto. Aunque las peleas, los desagradables tacos y los berridos repetidos en bucle no llegan a empañar la estratosférica actuación de Brooklynn Prince (nombre hortera donde los haya, con doble ene incluida. Podría haberse llamado igual en la película, le vendría al pelo, pero entonces tendría que cambiar el título de mi crítica cuando por una vez estoy contento con él. Yo hasta el momento solo conocía un Brooklyn... y era un chico, el hijo de David y Victoria Beckam, ¡qué menudo pieza! Sus hermanos se llaman Romeo y Cruz, los de Beckam digo, para que os hagáis una idea. Aunque parece que con los dos enes se lo ponen a la nueva oleada de actrices norteamericanas, hay una tal Broklynn Proulx del 99 por ahí, salió en 'Brokeback Mountain' (2005) y todo, así que nombre hortera pero garante de talento precoz). Uff, ¡cúanto he desvariado en el paréntesis!, abriré nuevo párrafo para hablar de la actuación.
Considerando las comparaciones odiosas, considero la actuación de Brooklynn Kimberly (el segundo nombre también se las trae) Prince la mejor actuación de un menor de quince años por la riqueza de su registros, y por la exigencia de su papel. Prince simplemente da la impresión de ser incapaz de salir de su papel, de haber sido absorbido por Moone. Moone concentra toda la insolencia, toda la mala educación y la descortesía de su madre, su único referente, la persona con la que comparte alcoba en ese castillo en ruinas; pero en las cosas más insignificantes, más inocentes, y en el momento más inesperado, se comporta como la más pura de las niñas: el miedo y el llanto espontáneo que brotan en su rostro hacia el final, el modo en el que comparte helado con Scottie y Jancey. De este modo contrasta las feas muecas que imita a la perfección de su madre (no sé cual de las das se adaptó a la otra, si Prince o Vianite), con la energía optimista y estrepitosa de los niños.
Luego está Willem Dafoe, cuya interpretación como gerente del motel de marras se ha puesto por los azules cielos de Florida y le ha valido una nominación a los Oscar (se lo llevará Sam Rockwell). Dafoe está sensacional también (todo el reparto lo está, incluida la sorpresiva aparición de un verdadero referente del cine indie, Macon Blair), pero es que él suele estarlo siempre, y Baker hace trampas para que el actor de 'Arde Mississippi' (le va el sudeste americano al de Wisconsin) se luzca más de lo necesario: de la misma forma que navega en círculos una película que solicita una progresión hacia delante, un giro de guión no tan próximo al final, añade episodios absolutamente aislados como el del presunto pederasta que nada tiene de necesario.
Si habéis llegado hasta aquí y habéis visto la película, por favor, opinad que os parece la última escena. Para mí es un resumen de toda la película: una buena decisión mal tratada y peor ejecutada. Peca de exceso de ímpetu y jovialidad lo nuevo del joven Sean Baker, aunque hay que reconocerle el atrevimiento a hacer una película de dos horas con niños como protagonistas, y a abordar crudos temas desde una perspectiva inocente.
Y es que la trama presenta las propiedades de un chicle Boomer, a los diez minutos pierde su sabor y su atractivo aspecto original, pero la cosa se alarga eternamente. Tan triste como la historia que se nos cuenta, una historia de injusticias y contrastes en la que una jovencísima madre soltera malcría a su hija de siete años mientras a escasos metros pudientes familias se divierten en esa fantasía llamada Disneyland, es que el potencial de la misma se vea ahogado entre los gritos de Halley, Moone, Scooty (Christopher Rivera) y compañía. La película se cicla en la tesis del determinismo ambiental, sin llegar a partir de ella para ahondar en la historia de sus protagonistas: en el momento en que se muestra a la recatada Jancey (interpretada con mucho tino por Valeria Cotto, aunque en todo momento eclipsada por su colega Prince) sumándose a las travesuras de los otros dos muchachos, se hace innecesario otra hora de deambular y de travesuras. Tampoco es preciso mostrar cincuenta actitudes irresponsables y maleducadas de Halley. Esta narración lineal pero repetitiva es la que no permite a Baker atracar en puertos más productivos.
El ruido, sea entendido como sonidos desagradables o como redundancia, es excesivo hasta el punto de ser molesto. Aunque las peleas, los desagradables tacos y los berridos repetidos en bucle no llegan a empañar la estratosférica actuación de Brooklynn Prince (nombre hortera donde los haya, con doble ene incluida. Podría haberse llamado igual en la película, le vendría al pelo, pero entonces tendría que cambiar el título de mi crítica cuando por una vez estoy contento con él. Yo hasta el momento solo conocía un Brooklyn... y era un chico, el hijo de David y Victoria Beckam, ¡qué menudo pieza! Sus hermanos se llaman Romeo y Cruz, los de Beckam digo, para que os hagáis una idea. Aunque parece que con los dos enes se lo ponen a la nueva oleada de actrices norteamericanas, hay una tal Broklynn Proulx del 99 por ahí, salió en 'Brokeback Mountain' (2005) y todo, así que nombre hortera pero garante de talento precoz). Uff, ¡cúanto he desvariado en el paréntesis!, abriré nuevo párrafo para hablar de la actuación.
Considerando las comparaciones odiosas, considero la actuación de Brooklynn Kimberly (el segundo nombre también se las trae) Prince la mejor actuación de un menor de quince años por la riqueza de su registros, y por la exigencia de su papel. Prince simplemente da la impresión de ser incapaz de salir de su papel, de haber sido absorbido por Moone. Moone concentra toda la insolencia, toda la mala educación y la descortesía de su madre, su único referente, la persona con la que comparte alcoba en ese castillo en ruinas; pero en las cosas más insignificantes, más inocentes, y en el momento más inesperado, se comporta como la más pura de las niñas: el miedo y el llanto espontáneo que brotan en su rostro hacia el final, el modo en el que comparte helado con Scottie y Jancey. De este modo contrasta las feas muecas que imita a la perfección de su madre (no sé cual de las das se adaptó a la otra, si Prince o Vianite), con la energía optimista y estrepitosa de los niños.
Luego está Willem Dafoe, cuya interpretación como gerente del motel de marras se ha puesto por los azules cielos de Florida y le ha valido una nominación a los Oscar (se lo llevará Sam Rockwell). Dafoe está sensacional también (todo el reparto lo está, incluida la sorpresiva aparición de un verdadero referente del cine indie, Macon Blair), pero es que él suele estarlo siempre, y Baker hace trampas para que el actor de 'Arde Mississippi' (le va el sudeste americano al de Wisconsin) se luzca más de lo necesario: de la misma forma que navega en círculos una película que solicita una progresión hacia delante, un giro de guión no tan próximo al final, añade episodios absolutamente aislados como el del presunto pederasta que nada tiene de necesario.
Si habéis llegado hasta aquí y habéis visto la película, por favor, opinad que os parece la última escena. Para mí es un resumen de toda la película: una buena decisión mal tratada y peor ejecutada. Peca de exceso de ímpetu y jovialidad lo nuevo del joven Sean Baker, aunque hay que reconocerle el atrevimiento a hacer una película de dos horas con niños como protagonistas, y a abordar crudos temas desde una perspectiva inocente.
Lo mejor: Brooklynn Prince... o mejor, Moone, que es un nombre precioso.
Lo peor: El exceso de ruido.
Valoración: 5/10
Tráiler
Mejor que: 'Los niños salvajes' (2012).
Peor que: 'Yuki y Nina' (2009), una magnífica película sobre la primera amistad.
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