Estamos viviendo una nueva época dorada de los biopics, un ejercicio de caída libre en la mente del creador en cuestión y en la cual los directores suelen salir mal parados y los intérpretes elogiados y recompensados. Julian Schnabel mete el dedo en la llaga con la turbulenta vida del pintor más conocido sobre La Tierra, Vincent Van Goth, al que Willem Dafoe presta su cara y locura.
Sobre el pintor holandés ya se ha contado todo (o casi todo) y aún así la última década llevamos una buena cosecha de homenajes en forma de documentales, docudramas, series y exposiciones; incluso hace dos años parecía que se iba a poner un broche de oro final con la increíble e imaginativa 'Loving Vincent', la animación creada al óleo con la misma técnica de Van Gogh.
A favor de 'Van Gogh, a las Puertas de la Eternidad', sin embargo, está una visión más amplia y con más cauces de la tortuosa vida de Vincent que ya todos conocemos. Julian Schnabel no ha querido repetir las fórmulas narrativas de su debut cinematográfico 'Basquiat' (1998), en la que muchos críticos tacharon de convencional y simplona, y en su admiración por el artista holandés sí ha dotado de importancia otros asuntos que tienen que ver con la pintura.
Julian Schnabel además de cineasta es pintor, y como buen pintor también se ha cuestionado su trabajo hasta límites que parecen inalcanzables. Me hace cierta gracia pensar que existe una dualidad de este debate interno con la persona que está mirando un cuadro en un museo y piensa: ¿Cuánto tiempo debería dedicarle a admirar esta obra? ¿La he entendido? ¿Debería pasar a otro cuadro? ¿Por qué pintaba girasoles todo el rato este señor?
La primera mitad de la película finaliza con la famosa oreja cortada y envuelta en un papel. Hasta entonces hemos aprendido sobre la inspiración de Vincent al crear sus obras, su amistad con Paul Gauguin y su hermano Theo y, por supuesto, su subsistencia basada en el "no encajo en este mundo" que lo llevaban a esos brotes psicóticos.
Willem Dafoe, quien se ha llevado una merecida nominación a los Oscars, y los planos subjetivos con la cámara al hombro esbozan la ajetreada mente del artista que solo sabe ser artista. El gran esfuerzo interpretativo del actor estadounidense queda secundado además por otras florituras técnicas como los filtros de colores (amarillo sobre todo) o ese extraño desenfoque parcial de la cámara que no recomendaría ver a gente con TOC. Un estilo a lo Terrence Malick que, si bien está consentido, volverá loca a una buena parte de la audiencia.
Pero lo más interesante para mí ha sido una segunda parte de la película donde se habla con más dedicación de esa puerta a la eternidad que atestigua el título. Lo que me ha parecido curioso (e inesperado) es que hay un encauzamiento al debate sobre si Van Gogh realmente era un buen pintor. Es interesante ver cómo el propio pintor empieza a dudar de sí mismo, y lo hace con dos magníficas conversaciones, clave en la película: con el reverendo y cuando pinta a su médico.
Lo mejor: Willem Dafoe (Oh senyor nostre!) y el proceso de creación de algunos cuadros de Van Gogh
Lo peor: Mucha floritura técnica para un biopic del que estamos cansados ya
Valoración: 7/10
Trailer:
Te gustará si viste: 'La escafandra y la mariposa' (2007) o 'Basquiat' (1996), obras maestras de Julian Schnabel
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