Abordamos hoy la que es considerada una obra maestra, una película de culto casi desde su estreno en 1971 y que fue controvertida y polémica como la que más. ‘La Naranja Mecánica’, del legendario Stanley Kubrick, supuso todo un golpe cinematográfico en su época.
La cinta fue una adaptación de la novela homónima de Anthony Burgess, aspecto que también generó su buena dosis de controversia. No sería ni la primera adaptación ni la última que realizaría el director a lo largo de su carrera, pues de hecho parecía que la conversión de novelas al formato cinematográfico era lo que más placer le producía.
En ‘La Naranja Mecánica’ asistimos a todo un espectáculo que bien puede considerarse desde distintos matices. Partiendo desde su pura sinopsis, que nos habla de un grupo de jóvenes ingleses amantes de la ultraviolencia, de los allanamientos de morada y las violaciones, unos psicópatas en potencia, la cinta se ganó en Reino Unido una censura que perduró a lo largo de los años. Hoy en día, al realizar un revisionado, estos aspectos no llaman para nada la atención del espectador, pues en el posmodernismo cinematográfico el nivel de explicitez de sus escenas de supuestamente alto contenido violento y sexual apenas genera un impacto mínimo en el espectador, por no decir nulo, estando ya acostumbrado a visionar escenas mucho más fuertes y desde perspectivas más cercanas. Aun así, es fácil hacerse a la idea de cómo estos aspectos sí pudieron producir un efecto mucho mayor en sus tiempos.
Más allá de este matiz, cabe decir que la obra ha resistido el paso de los años, pues si bien la estética futurista y extravagante de que goza chirría un poco, sobre sociedades futuras y alternativas a la nuestra nadie puede asegurar nada, por lo que sigue encajando bien, pero más allá de los aspectos puramente plásticos cabe destacar la profundidad psicológica del guión y de la trama, que sigue siendo el punto álgido del filme. La forma en que pretenden erradicar el mal en Alex, el protagonista, encarnado por Malcolm McDowell, para tratar de frenar sus pulsiones más violentas y antisociales, es lo más interesante y lo que más controversia produce dentro de la misma historia de la película.
Mediante un tratamiento puramente experimental, se trata de que el sujeto realice una asociación de conceptos en su mente, pero no solo de forma psicológica, sino también física. Lo que sucederá, si se alcanza el éxito, es que cuando el sujeto contemple una escena violencia o sexual su propio cuerpo se rebele ante dicha visión produciéndole un terrible malestar, asociado principalmente a la náusea. De este modo el sujeto será incapaz físicamente de ceder ante sus instintos más primarios para continuar realizando actos malvados.
El debate surge a raíz de la extrema falta de moralidad en esta especie de curación, pues para nada se ha conseguido erradicar los deseos del sujeto, ya que él seguirá ansiando carne y sangre, seguirá queriendo liberar su faceta más criminal, pero se verá privado de ello, por lo que en verdad lo único que consigue erradicarse es su libre albedrío. Aquí entrarían distintos puntos de vista, tanto sociales como religiosos, que verían en el proceso una total falta de moral, si bien ambos coinciden en este aspecto.
Es por ello que la cinta no ha envejecido nada en este aspecto, pues aborda un tema que, por su índole, es incapaz de ceder ante el paso del tiempo. Una película que fue rechazada por su contenido visual cuando en realidad su mayor baza radicaba en lo narrativo.
Si bien es imposible negar la calidad de la película, hay que admitir que el mayor error, uno fatal, radica en el final, y aquí inevitablemente tendremos que introducir algún spoiler importante. La conclusión de la película produjo un terrible malestar en el escritor de la novela, y no fue para menos, pues, además de alegar que, tal como estaba tratada y realizada, el espectador captaría una idea totalmente distinta a sus propósitos como autor, al cambiar el final, cortando todo un capítulo del libro, el efecto producido llega a ser desastroso.
En la película observamos cómo, estando en el hospital, Alex recibe la visita del político cuya candidatura está en juego, para defenderse tras el fracaso del experimento, pues tras una serie de desdichados infortunios el protagonista intenta suicidarse (principalmente a causa de los males que le causa la asociación que asimiló durante su proceso de curación). El político pretende, con éxito, convencerle de que el partido nada tiene que ver en dicho fracaso, pues no conocían ciertos aspectos del experimento, derivando toda la culpa en los científicos que lo llevaron a cabo. Y ahí termina la obra.
Yo, como espectador, pensaba que un buen final sería aquel en que el protagonista, de algún modo, lograra zafarse de los males de su curación y, ya que es lo que fervientemente desea, volviera a las andadas, a apalear, matar y violar, pues es su naturaleza y hubiera sido un final mucho más lógico, aquel en que recuperara su libre albedrío. Pues bien, así sucede en la novela. El terrible Alex vuelve a las andadas, y solo cuando por casualidad se topa en la calle con un antiguo miembro de su compañía de fechorías, uno que desde los inicios del filme no habíamos vuelto a ver, es cuando se detiene a pensar, pues ve que ha abandonado el mundo del crimen, ha contraído matrimonio y ahora es un ciudadano corriente que disfruta de una vida plena y feliz. Es entonces, y solo entonces, cuando decide cambiar y tratar de labrarse un futuro decente, acto que es fruto únicamente de su propia reflexión; es decir, llega a esta conclusión por sí mismo, no bajo ninguna imposición, sino a través de su libre pensamiento. Es, sin duda, el final perfecto para la obra.
El escritor llegó a renegar de su propio libro viendo, según él, la aberración que Kubrick realizó con su manuscrito. Y es una verdadera lástima que tal hecho empañe un conjunto casi perfecto. No sería, sin embargo, la única ocasión en que el director tuvo problemas con los escritores cuyas obras adaptaba, pues Stephen King, años después, tampoco estuvo nada de acuerdo con la adaptación que realizó de su inmortal ‘El Resplandor’(1980).
A pesar de todo, sí fue y sigue siendo una gran película, una más en el palmarés de obras maestras que dejó Kubrick tras de sí.
Lo mejor: el debate moral que radica en la psicología de la trama.
Lo peor: el final que omitieron en la adaptación.
Sinopsis:
Gran Bretaña, en un futuro indeterminado. Alex (Malcolm McDowell) es un joven muy agresivo que tiene dos pasiones: la violencia desaforada y Beethoven. Es el jefe de la banda de los drugos, que dan rienda suelta a sus instintos más salvajes apaleando, violando y aterrorizando a la población. Cuando esa escalada de terror llega hasta el asesinato, Alex es detenido y, en prisión, se someterá voluntariamente a una innovadora experiencia de reeducación que pretende anular drásticamente cualquier atisbo de conducta antisocial.
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