El tercer trabajo de los hermanos Coen es una de sus mejores películas hasta la fecha, renacimiento del gran cine negro (bautizado con la llegada del color con el nombre de neo-noir, aunque cualquiera se aclara, visto la disyuntiva de los teóricos sobre el género), salpimentado con esa chispa de los de Minnesota, ese humor a veces negro, a veces ácido, a veces inédito, a veces manido, siempre brillante. 'Muerte entre las flores' (triste intento de darle un desafortunado giro poético al denotativo 'Miller's crossing', literalmente 'El cruce Miller', ya que no hay flores en esta melancólica historia, solo hojarasca y algún capullo marchito) posee todos los elementos de las grandes películas de mafia: lunatismo, romances, amistad, traiciones, ¿ética?, rivalidad e incluso una peculiar femme fatale.
La historia es la de siempre, irlandeses e italianos disputan por hacerse con el control de una localidad norteña de los Estados Unidos, son los no tan felices años 20. La mayor aportación de los Coen al género es el guión, repleto de dobles sentidos y contradicciones, y maquillado con constantes pullas y respuestas ágiles. Ya el comienzo es toda una declaración de intereses, ese discurso moralizante e hipócrita del histriónico Johnny Caspar (Jon Polito) en el que habla de amistad, carácter y ética (no posee ninguna de estas virtudes, si acaso la segunda, pero es más bien un vicio), nos presenta al protagonista, a Tom Reagan (interpretado por un magistral Gabriel Byrne, al que desgraciadamente no hemos podido disfrutar lo suficiente en la gran pantalla), el lugarteniente de Leo O'Bannom (Albert Finney), personaje que se mueve por esas tres constantes: amistad, carácter y ética, y que mueve la historia alrededor suya; aunque eso sí, historia repleta de magníficos secundarios.
La pareja de secundarios más destacada es la formada por los hermanos Verna (Marcia Gay Harden) y Bernie (una película de los Coen sin John Torturro está algo vacía). Verna es la mujer que atrae a los dos amigos, es división, es ternura, es en cierta medida la inocencia de la película. Bernie es la representación de la traición, con una actuación sublime, en la que hace de lunático embaucador, John Torturro demostró ser ya hace casi treinta años el actor total y absoluto.
Entre fundidos a negro, a través de lentos y poderosos travellings se va configurando un negro relato contado de forma original, algo alejado del academicismo pero no por ello menos magistral. Impecable es ese extraño efecto Kulechov entre el niño, el perro y Rug Daniels, esa cámara que da pasos hacia atrás conforme Tom se lleva un rapapolvos de Leo o esa forma de esconder a Bernie en cada una de sus apariciones.
Pero dejando de lado los aspectos técnicos, que no es en absoluto la razón principal por la que brilla esta cinta, hay que destacar la sencillez con la que los Coen configuran personajes redondos, carismáticos, peculiares, un universo que va desde El Nota hasta Llewyn Davis pasando por Barton Fink, Anton Chigurgh o Osborne Cox, y, por supuesto, Tom Reagan, mordaz, duro, inteligente y a su modo, leal y moralista, algo difícil de encontrar por esas tierras. Los personajes de 'Muerte entre las flores' rompen los moldes del género negro, el héroe no es ni un Charlton Helston en 'Sed de mal' (y eso que la penúltima escena tiene claras referencias a la obra de Welles, el personaje de Jon Polito recuerda mucho al tío Joe, grotesco y sudoroso), no es la perfección moral, pero tampoco es el cinismo hecho persona, el todopoderoso Humphrey Bogart (paladín del cine noir, aunque siendo justo Boggie no está en absoluto encasillado, no tiene nada que ver, por ejemplo, Sam Spade con Steele, y estamos dentro del mismo género), es un personaje contradictorio, tambaleante, algo frágil, es, como bien le define Verna en cierto momento: "Un desgraciado orgulloso de serlo", una persona capaz de albergar en la mirada toda la tristeza del mundo, dejando hueco aún para la arrogancia.
Los antagonistas son además algo permisivos, duros pero permisivos, carismáticos en su crueldad como el Danés (J.E Freeman), y estúpidos pero entrañables como Leo o sencillamente hipnotizantes como Bernie. Además, los Coen, gente leal y maniática, le dan hasta un pequeño papel a Steve Buscemi y otro más pequeño a Frances McDorman (está si que está en todas, y no por se la mujer de Joel, que también, sino porque siempre reluce), sólo se echa en falta al gran John Goodman, pero viendo los tiroteos y las explosiones uno se olvida.
Lo mejor: El guión, la mirada de Byrne, la locura de Torturro.
Lo peor: La última escena, completamente prescindible.
Valoración: 8/10
Javier Haya
Tráiler
Sinopsis
Año 1929. Entre dos amigos surge una gran rivalidad a causa del amor de una mujer. Leo, un gángster que domina la ciudad, y Tom, su lugarteniente, se enfrentan en una guerra abierta que desencadenará traiciones, conflictos políticos, corruptelas y escisiones internas.
La última escena es una imprescindible. A través del sueño que nos narra a mitad de la película que aparece al principio (el sombrero volando) nos da a entender que quiere dejarlo "soñaba que el gorro se iba y yo no hacía nada" y al final el sueño se have realidad y deja a Leo, que le insiste para que vuelva, que no va a volver.
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