Algún componente místico debe existir entre los cineastas españoles y sus madres, alguna fuerza de atracción que los empuja a hacerlas partícipes de su obra. Ya Pedro Almodóvar, nuestro director más laureado, otorgaba pequeños papeles a su progenitora en películas como '¿Qué he hecho yo para merecer esto?' (1984), además de tratar continuamente relaciones materno-filiales como en la ya citada, 'Todo sobre mi madre' (1999) o 'Volver' (2005). Luego llegó Paco León, reconvertido en director para grabar dos largometrajes sobre la estrafalaria Carmina Barrios, catapultándola a una fama de cuña publicitaria y cultura subalterna. Y ahora, con la Navidad en las narices, estrena el actor Gustavo Salmerón un documental sobre los deseos de su madre Julita, una mujer que tiene el Belén montado hasta en julio, lo riega incluso.
¡Lo que hace una madre por sus hijos! Julia Salmerón afirma que a ella esto de la película no le hace mucha gracia. Pero se desenvuelve como pez en el agua narrando sus anécdotas, sus miedos y sus desvergüenzas. Tanto, que cuesta un poco creerla. Pero debemos hacerlo, porque Julita desborda autenticidad por los cuatro costados y sus michelines de sobra.
El documental, grabado con discreto material y escasísimos medios durante más de una década, tiene un arranque hilarante, pocas veces visto. Sin embargo, este comienzo de comedia huracanada despista a algunos de los asistentes, que se ríen durante la proyección hasta cuando no toca; el documental, como todas las obras, es una mezcla de géneros, y cuando Julita dice, por ejemplo, que de niña amortajó a un chico de su edad al pedírselo la madre de éste por su buen gusto, NO HAY que REÍRSE. El espectador debe involucrarse en la trama y entrenar su inteligencia emocional, quizás este sea un buen ejercicio para comenzar.
A diferencia de lo que da a entender la imagen superior, la película está grabada en 4:3, y hay imagen de sobra en ese formato para perfilar el carácter de cada uno de los seis hijos de Julita y su marido. Una familia cohesionada alrededor de la figura de la madre. Tal y como avanzó Candela Peña a El Script también cuenta, el documental de su amigo Gustavo es idóneo para ir a verlo toda la familia. Y es que el personaje poliédrico de Julita, que se declara falangista, republicana y atea, y posee comportamientos propios de un Diógenes y algo de exhibicionista, seguro que recuerda a alguien de cada núcleo familiar español, y no solo ella sino que también nos podemos ver identificados, o identificar a los nuestros, en el resto de miembros de la familia. Además, el carácter ameno y distendido de la película la hacen fácilmente digerible.
En esencia, a pesar de estar narrado en clave de comedia, el documental es una reflexión sobre la muerte y el paso del tiempo, el primer pensamiento en voz alta de Julita trata sobre lo que le gustaría que hiciesen con su cuerpo una vez muriese. En cierto momento de la película, como si de una canción del Cheb Rubën se tratase, Julita hace un ensayo de su funeral con sus hijos y nietos. Y en más de un momento de la historia da a entender que aunque ya no cree en la vida después de la muerte, esta le libraría de más de una preocupación.
El documental posee un aura decadentista, del pasado en el castillo desvalijado y de presente en esa nave industrial, fárrago de objetos dejados atrás que termina también por ser desvalijado. De hecho, ciertos planos del castillo, de encuadre vacío de figuras humanas, recuerda a la comedia existencialista de Woody Allen traducida como 'La última noche de Boris Grushenko' (1975) cuyo título original era casualmente 'Love and death' (Amor y muerte), dos de los temas centrales de la trama si tenemos en cuenta el amor que Julita profesa por sus hijos, por su joven marido en la mesita de noche y por el recuerdo de José Antonio Primo de Rivera.
Otro de los puntos fuertes de la obra es la cohesión del relato, guionizado y estructurado por Beatriz Montañés junto a Gustavo Salmerón. El documental presenta una estructura cicular alrededor de las vértebras de la abuela de la protagonista: entre tanto, Julita escucha villancicos en un casette sin pilas, pone muelas de sus hijas en el café de grandes almacenes y reflexiona sobre su capacidad de dar cariño.
Más allá del valor intrínseco que posee, la campaña mediática que la envuelve: ha ganado el premio a mejor documental del Festival de Karlovy Vary y a la premiere en Callao asistieron personalidades del mundo del cine de la talla de Almodóvar, Emma Suárez o Elena Anaya, la confiere como favorita indiscutible para el Goya de este año.
Lo mejor: Julita Salmerón.
Lo peor: El ambiente enrarecido en la sala 2 de los cines Callao, y que nos quedamos sin tenedor quitasueños.
Valoración: 8/10
En esencia, a pesar de estar narrado en clave de comedia, el documental es una reflexión sobre la muerte y el paso del tiempo, el primer pensamiento en voz alta de Julita trata sobre lo que le gustaría que hiciesen con su cuerpo una vez muriese. En cierto momento de la película, como si de una canción del Cheb Rubën se tratase, Julita hace un ensayo de su funeral con sus hijos y nietos. Y en más de un momento de la historia da a entender que aunque ya no cree en la vida después de la muerte, esta le libraría de más de una preocupación.
El documental posee un aura decadentista, del pasado en el castillo desvalijado y de presente en esa nave industrial, fárrago de objetos dejados atrás que termina también por ser desvalijado. De hecho, ciertos planos del castillo, de encuadre vacío de figuras humanas, recuerda a la comedia existencialista de Woody Allen traducida como 'La última noche de Boris Grushenko' (1975) cuyo título original era casualmente 'Love and death' (Amor y muerte), dos de los temas centrales de la trama si tenemos en cuenta el amor que Julita profesa por sus hijos, por su joven marido en la mesita de noche y por el recuerdo de José Antonio Primo de Rivera.
Otro de los puntos fuertes de la obra es la cohesión del relato, guionizado y estructurado por Beatriz Montañés junto a Gustavo Salmerón. El documental presenta una estructura cicular alrededor de las vértebras de la abuela de la protagonista: entre tanto, Julita escucha villancicos en un casette sin pilas, pone muelas de sus hijas en el café de grandes almacenes y reflexiona sobre su capacidad de dar cariño.
Más allá del valor intrínseco que posee, la campaña mediática que la envuelve: ha ganado el premio a mejor documental del Festival de Karlovy Vary y a la premiere en Callao asistieron personalidades del mundo del cine de la talla de Almodóvar, Emma Suárez o Elena Anaya, la confiere como favorita indiscutible para el Goya de este año.
Lo mejor: Julita Salmerón.
Lo peor: El ambiente enrarecido en la sala 2 de los cines Callao, y que nos quedamos sin tenedor quitasueños.
Valoración: 8/10
Traíler
Mejor que: La mayoría de documentales de este año.
Peor que: La también disparatada 'Amanece que no es poco' (1989).
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